lunes, 7 de mayo de 2012

Mujeres prehistóricas

Mujeres prehistóricas (Prehistoric women)
(1967)

Director: Michael Carreras

Guión : Michael Carreras

Martine Beswick
Edina Ronay
Michael Latimer
Stephanie Randall











Un guía de safaris se ve transportado, por arte de magia, a un mundo lleno de mujeres donde los hombres son tratados como animales...




Seamos claros: uno lee el título y lo que menos espera ver es algo parecido a Lo que el viento se llevó o Ben-Hur. No obstante, hay películas que, aún a sabiendas de lo que te vas a encontrar, van más allá y no dejan de sorprenderte. Resultan ser una grillada mental del tamaño de varias plazas de toros que harán que, cuando acaben, o bien suspires de alegría o de alivio pero, de seguro, indiferente no te van  a dejar. Pues bien,  el despiporre sesentero que hoy nos ocupa es un buen y claro ejemplo de ello. Veamos...
¿A que tiene cara de mala?
Y, encima, morena...
Ya nada más leer la trama, la cosa promete. En cuanto el protagonista, David, se ve trasladado a ese... lo que sea (no sabemos si es un mundo extraño, otro planeta, el pasado o vaya usted a saber, porque no lo dicen) la película va directa al grano, aunque este no tenga sentido ninguno. Pero en este nuevo mundo (venga, vamos a llamarlo así) no hay ni dinosaurios, ni hechiceros malvados ni dragones que asolan aldeas. No, amigos; aquí hay mujeres. Por todas partes pero, eso sí, prehistóricas a más no poder y macizas por encima de todo. Cómo no, aquí tenemos dos bandos que abanderan el topicazo más evidente: las rubias (débiles, tontas, ingenuas, esclavas, representantes del tópico "la rubias son tontas") y las morenas (malas, arpías, dominantes pero igual de macizas que las rubias) Curisoso que esto sea así porque, en ese mismo año, en Hace un millón de años, también había los mismos bandos cumpliendo lo que se podría llamar los mismos requisitos (morenos sucios y rubios limpitos) A todo esto llega el prota de manera mágica y misteriosa y se forma el caos. Porque, ¿cuál es centro del problema? ¿Las aventuras del protagonista en un lo-que-sea muy, muy lejano? No. El conflicto viene cuando la reina de las malas morenas (ved la foto, destila maldad y sensualidad con ganas) se emperra en llevarse al huerto (prehistórico, pero huerto) al muchacho. Ya se sabe: seas reina mala y morena o no, si se te antoja alguien, se te antoja y punto. ¡Faltaría más!


La rubia

A partir de aquí, el sin sentido va en aumento hasta llegar al absurdo sin dar al sorprendido espectador un respiro a través de un cúmulo de detalles (otros lo llamarían chorradas, pero, bueno, sobre gustos...) a cual más hilarante. Sí, amigos, sí. Aquí hay mujeres prehistóricas pero usan cortinas estampadas, jarras y vasijas variadas (de barro y de metal) y utilizan camas de pieles para dormir. Eso, por supuesto, sin contar los baños de espuma con muchas burbujas que la reina de las morenas se marca cuando le da la gana. Pero ahí no queda la cosa. Si hay algo que abunda en este sitio (término neutro pero adecuado para referirme al lugar a donde va a parar el protagonista) son mujeres y danzas. Aquí danza todo quisque. Las susodichas hembras prehistóricas se marcan un baile siempre que pueden ya sea para divertir a la reina o como rito de apareamiento (repito, eje fundamental del asunto). Y, si no bailan ellas, pues bailan los salvajes de otra tribu. Vamos, que puedes ser prehistórica o salvaje pero, si no bailas, es porque no quieres. Ah, y si en uno de los bailes iniciales hay un par de tipos que llevan puestas máscaras de bisontes, no pasa nada (salvo que den el cante porque parecen sacados de una peli de vaqueros, pero bueno. ¡A baaailaaaarrrr!)

¿La cosa queda ahí? Más quisiéramos. Al despliegue cutre al que estamos asistiendo hay otros aderezos como un rinoceronte blanco y gigantesco que corre que se las pela porque se nota que va sobre raíles o tiran de él pero no hay problema: le tapan las patas con un montón de ramas artificiales y punto en boca. Cutre, sí, pero da el pego. ¿Y qué pasa si te encadenan? Pues te liberas de las cadenas calentándolas al fuego. Eh, y para alegrar la vista del personal (cosa inevitable entre tanta mujer), hay un proceso que llaman "La selección" que consiste en que cogen a una pobre víctima (rubia, claro), la suben encima de un rinoceronte de pega, la visten con una diadema de flores y el resto de rubias (todas) pasan por delante de ella y posan ante la cámara en plan modelos (prehistóricas) Menos mal que a veces pelean entre ellas. Al modo cutre, pero pelean. Todo ello, no se nos olvide, en una selva de decorado y cartón piedra a patadas. Y es que, si se tiene poco presupuesto, no se puede hacer milagros... 
El amigo ni se inmuta...
Pero, lo más sorprendente de todo, mujeres, selva artificial, danzas porque sí o atrezzo de lo más variopinto, es el prota. El tío luce un rostro de lo más impasible durante toda la película que tumba. La cosa puede explicarse, digo yo, argumentando que todo se reduce al yin y el yang: te trasladan a un sitio lleno de mujeres despampanantes, sí, pero la libido se va a tomar viento.
En lo que se refiere a actores y actrices, debo decir que, para mí, pasan por la pantalla y poco más, si bien es cierto que aquí las que mandan son ellas (ya sean rubias o morenas) y la parte masculina no es que importe demasiado. Está claro que el personaje de David es el protagonista, pero Michael Latimer no es que despliegue mucho carisma, resultando un poquito acartonado. Edina Ronay es Saria y, supongo que por aquello de pertener a las sufridas rubias, aporta un poco de glamour esclavo. Su opuesta, Martine Beswick como Kari, la malvada y sensual reina morena, se esfuerza en parecer eso: muy mala y también muy sensual. Como es obvio, a pesar de que le pone empeño, gana lo último. Como nota curiosa, sabed que Ronay dejó la interpretación allá por los setenta para dedicarse a la moda mientras que Beswick (que se estrenó en el cine con la película de Bond Desde Rusia con amor) tuvo una carrera bastante notable como modelo. Atributos, desde luego, no le faltaban.
En fin, un producto propio de la época y que, a pesar de ser de la Hammer, no alcanza la calidad de otras de sus cintas, ni por su originalidad ni por la forma de llevarla a cabo. Eso sí, tarde o temprano, sonríes mientras la ves pero, en conjunto, la cosa no tiene ni pies, ni cabeza, ni tronco ni nada de nada. Si te lo tomas con humor, una mente muy, pero que muy abierta y piensas que la vida es una tom-tom-tómbola, hasta te lo vas a pasar bien. Si tienes el día torcido, mejor ponte a ver otra cosa o tómate un cafe porque el producto puede hacer que revintes cual Hulk desbocado. Con todo, tengo que decir que hay una frase casi al final de la cinta que resume muy bien el alma de la película:

-¿Qué ha pasado? -pregunta David alucinado. No me extraña.
-No estoy seguro -le responde su amigo.

Pues eso. Para que luego digan de Ed Wood...

Gracias por vigilar el cielo conmigo...



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